5 de mayo de 2012

El Elementalista

El elementalista se encontraba en la Plaza de Armas, mirando a la gente pasar sin posar sus ojos en alguien especifico. Solo observaba a la multitud moverse como quien observa el cause de un río a la espera de distinguir algo que no sea agua.

Esa calurosa tarde de verano Pedro avanzaba como podía por la plaza. De pequeño había sufrido un accidente vehicular y desde entonces había tenido que usar muletas para poder caminar. A pesar de su discapacidad, se consideraba un hombre completo y que no necesitaba la lástima de parte de nadie, por lo que a pesar de moverse con dificultad, estaba acostumbrado a caminar por las calles de Santiago. De todas maneras, a pesar de estar acostumbrado a movilizarse por su cuenta, no dejaba de ser lento y tedioso.

Ese día en particular llevaba una pesada carga a cuestas en su mochila, lo que hacía el viaje mucho más agotador. De todas formas, Pedro trataba de no pensar mucho en eso, pensando en las alternativas para escapar del calor y del agotamiento una vez que llegue a su destino.

En el preciso instante en el que el elementalista vio a Pedro, comenzó a avanzar con determinación hacia él, esquivando a la masa de gente a su alrededor. A unos metros de él, se encontraba Juanito, un fornido joven, sentado al lado de su quiosco. Al igual que mucha gente trataba de soportar el calor tratando de pensar en otra cosa, pero su paciencia ya estaba agotándose, por lo que prefería distraerse viendo a la gente, esperando de que algo anecdótico lo sacara de su suplicio.

Desde su posición le llamó la atención el caminar del elementalista, quien directamente avanzó hacia Pedro y con violencia golpeó a este con el hombro, como quien no nota al otro, lanzándolo al suelo con fuerza. Tras presenciar esto, Juanito sintió que no podía seguir sentado ante tan irrespetuoso arrebato en contra de una persona discapacitada.

-¡Espera ahí! - Gritó con fuerza al elementalista, con la intensión de increpar al agresor.

El elementalista trató de huir pero un grupo de hombres que habían vuelto al escuchar el grito de Juanito0 inmediatamente le cerraron el paso, impidiendo su escape, por lo que tuvo que voltearse para encarar a quien le exigía que respondiera por su descaro.

A veces nos sentimos impulsados ante la violencia, pero en un mundo civilizado eso es algo que no se puede permitir así como así. Hay momentos en los que el calor y el cansancio nos agotan y nos llevan a los límites en los que el defender a alguien que no puede defenderse aplica como la excusa perfecta para descargar esa violencia. Al menos eso fue lo que le pasó por la mente a Juanito, quien estaba decidido a hacerle entender, a este desconsiderado, lo malo que puede ser el tratar mal y maltratar a cualquiera.

-¿Te gusta empujar a la gente? - Preguntó Juanito en el instante en que con sus dos grandes palmas empujaba con fuerza al elementalista hacia el grupo de personas que le habían cerrado el camino - Veamos si te gusta ser empujado - concluyó mientras la gente que le cerraba el paso lo lanzaba hacia adelante.

-¡Dale! - Se escuchó desde la multitud que comenzaba a rodear a los afectados - ¡Golpéalo para que aprenda! - Seguía clamando la gente.

En efecto. El defensor le confirió tal golpe en el rostro al elementalista que lo lanzó hacia atrás, cayendo al suelo. La gente vitoreó a Juanito, quien hacía gala de su violenta represalia en nombre del lastimado Pedro. Mientras, el elementalista trataba dificultosamente de levantarse, pero la vista le fallaba y un gusto metálico en la boca le daba a entender de los estragos causados por ese imponente golpe.

-¡No te dejaré levantar! - exclamó Juanito mientras él y otros más rodeaban al maltrecho elementalista brindándole mal merecidas patadas sobre su cuerpo.

Este acto era seguido por la multitud que alentaba a los defensores de lo justo con gritos de ánimo, describiendo de muchas maneras lo que el agresor debía recibir. Solo una voz pedía calma; solo una voz pedía comprensión y misericordia hacía el elementalista. Una voz que por desgracia era acallada por la histeria colectiva. Esta voz pedía una pausa ante tal desborde de justificada violencia. Pero a pesar de ser ahogada por la multitud, la gente poco a poco fue percatándose de ella y a medida que se percataban y guardaban silencio, le daban mas fuerza. Pronto la gente cambio su euforia por una mirada insólita, ignorando totalmente al grupo que golpeaba al elementalista. Este grupo, por su parte, cesó su ataque y se volteó a ver a Pedro, quien pedía que dejaran al pobre elementalista, quien apenas podía resistir un golpe más.

Juanito fue el último en darse la vuelta y ante su sorpresa, Pedro, que en un comienzo había sido ayudado a levantarse por un par de personas, se encontraba de pie, erguido sin ayuda de sus muletas.

-Por favor, no le siga haciendo daño. - Suplicó a Juanito - No se lo que me hizo, pero me ha curado.

Toda la gente no podía creer lo que veía y menos Juanito, que no lograba dimensionar lo que estaba sucediendo ante sus ojos. Entre el público comenzaban a recorrer las voces de los curiosos que se preguntaban que era lo que ocurría, los pocos que habían estado desde el comienzo actualizaban la información, masificándola y hasta cierto punto comenzaban a inflarla a proporciones divinas.

Pedro se acerco a Juanito, quien le tapaba el paso. Este se hizo a un lado para que pudiera acercarse al elementalista. Pero no encontraron a nadie ahí. Solo quedaban restos de sangre de la golpiza propinada hacia su agresor, ahora aparente sanador. La gente no sabía para donde había huido, ya que aparentaba haber desaparecido de ese círculo formado en medio del gran flujo de gente. Como quien se pierde en la corriente de un fuerte río. 


Mitch...

3 comentarios:

Tírate un rollo dijo...

Hay ciertos elementos de tu elementalista que dan para ampliar la historia. Me gustaría leer una versión extendida de esta historia.

Mitch... dijo...

Pues la verdad es solo el comienzo del elementalista, estoy trabajando en más...

Tírate un rollo dijo...

Póngale weno!!!